"....De vuelta, en un tren abarrotado de gente, intentaba acomodarse en un asiento, que tuviera al menos una ventana cerca desde donde ver las montañas, los árboles, y los lagos, que el paisaje podría ofrecerle, una vez se acomodó pensó en todo el trabajo atrasado que tenía y sacó del bolso un cuaderno de notas donde empezó a subrayar...pero se dio cuenta de que justo en frente en un carrito un niño de apenas 2 años de edad rubio y de ojos celestes le miraba y le sonreía, y no pudo evitar sonreir también, - es mi nieto, dijo una mujer sentándose a su lado. El pequeño sonreía y balbuceaba mientras jugaba con un peluche, era feliz, sonreía feliz, sin preocupaciones, se quedó dormido plácidamente, como si áquel tren fuera una cuna, ajeno a todo, inocente de todo, e iluminando con sus pequeños gestos cualquier corazón, como sólo los niños saben hacerlo, en frente suya otro carrito con una niña más pequeña morenita y con mofletes rellenitos y sonrosados, tranquila y sosegada, con una mirada profunda, y cara de angelito de Miguel ángel, " sólo le faltan las alas" pensó, y sintió que pese a todos los males del mundo, pese a todo lo horrible, lo siniestro, lo malvado, lo triste, frente a las preocupaciones....todo parecía desaparecer ante la sonrisa de un niño, o la mirada de aquella niña..., la esperanza resurgía del corazón como el agua brota de la más fértil de las fuentes..."
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